Las sirenas de la policía rompieron la tranquilidad de aquella residencial tan respetuosa y segura. Las luces rojas y azules se reflejaban contra las paredes de la mansión, las mismas bañaban el mármol y los ventanales en una secuencia y un orden intermitente.
Fueron los paramédicos quienes entraron primero, ellos se encontraban acostumbrados a este tipo de casos en medio de la madrugada. Eran los únicos que mantenían la calma después de Gianluca, que no dejaba de ver el cadáver de Clara.
—Fractura expuesta en la pierna izquierda, posible desplazamiento —dijo uno, colocando el collarín cervical por precaución—. Hay que estabilizarla y subirla a la camilla.
—No me separen de Sofía… —susurró Rocío, aferrada a la manta que aún sostenía entre los brazos—. Por favor, no me separen de ella…
Mateo se inclinó junto a ella y le tomó la mano.
—Voy con ustedes, lo prometo. No me voy a mover de tu lado.
Gianluca acompañaba a la policía mientras les explicaba la situación o al menos lo que él sabí