Clara no tardó en moverse después de la confrontación. Sabía que Rocío ya no era una víctima pasiva. Y eso la obligaba a actuar con más finura.

Clara sabía que debía ir más allá. Que si quería destruir la credibilidad de Rocío ante Mateo, tendría que tocar aquello que más los unía: Sofía.

La oportunidad surgió sola. Rocío salió al jardín trasero con Sofía en brazos, buscando aire. Había dormido poco y necesitaba calmar la ansiedad que le hervía por dentro. Mientras la bebé dormía contra su pecho, se sentó bajo el gran árbol y cerró los ojos solo por un instante.

Clara, desde una de las ventanas del segundo piso, lo observó todo. Sonrió con precisión. Bajó en silencio. Sabía que Mateo estaba en el invernadero, a pocos metros. Calculó cada paso. Se acercó despacio al borde del jardín, con la voz cuidadosamente contenida en falsa alarma.

—¡Rocío!

Ella despertó de golpe. Sofía aún dormía sobre su pecho, respirando con calma.

—¿Qué pasa?

—¿Estás dormida? ¿Te quedaste dormida con la bebé af