VICTORIA:
Todo lo que decía era verdad y no dejaba espacio para discutir. La manera en que hablaba era una estructura rígida, inquebrantable. Pero a mi mente venían las imágenes del amor de mis padres y no me imaginaba viviendo así como él lo decía. Con los dientes apretados, tragué la comida que tenía en mi boca antes de preguntar:
—¿Te parece que criar a un hijo entre dos personas que no sienten nada el uno por el otro es lo sensato? —Sentimos algo. Respeto, confianza. Y creo que eso es más útil que un amor mal entendido que termine arruinando nuestras vidas —contestó Ricardo, dejando el tenedor sobre el plato, pero no pareció alterarse. Me quedé en silencio, mascullando arroz sin sabor y pensamientos aún menos placenteros. Quizá él tenía razón. Quizá no. Pero no podía