119. ATRAPADA SIN ESCAPE
VICTORIA:
La doctora no respondió de inmediato. Su mirada permanecía fija en mi vientre, fría y calculadora; parecía que mi cuerpo estuviera siendo grabado en su mente. Su indiferencia me hacía sentir aún más vulnerable, encadenada a las sombras de un destino que desconocía.
—Por ahora, debes alimentarla bien; el embarazo es gemelar —dijo finalmente, sin levantar la vista. Su tono era inexpresivo, casi clínico, como si mis palabras no hubiesen tenido relevancia alguna. —Por lo general, los hijos heredan el grupo sanguíneo de los padres, no de las madres.
No entendía qué querían decir con eso, pero mi mano instintivamente se dirigió a mi vientre. ¿Acaso no me veía a mí y a mis bebés como personas? ¿Solo como un medio para alcanzar algún fin macabro? Mi respiración se volvió errática, pero la cadena en mi muñeca me recordaba que un despliegue de desesperación no iba a ayudarme a escapar. Tenía que mantenerme racional, aunque cada segundo luchara contra el impulso de gritar.
La doc