100. LA CONFESIÓN

VICTORIA:

La casa había recobrado vida; los antiguos empleados de mis padres aparecieron todos a la llamada de Octavio. Cuando Ricardo apareció en la noche, se quedó asombrado de verlos, pero no dijo nada. Caminó hacia mí y besó mi frente.  

—¿Estás bien? ¿Y el bebé? —preguntó con preocupación—. Recuerda que el doctor dijo que no debías excederte.  

—Sí, ya comí y me siento bien —respondí con la misma amabilidad—. ¿Cómo dejaste a mi tío?  

—Lo dejé bajo el cuidado de Javier; yo fui a la empresa —contestó, viendo cómo se aflojaba la corbata—. Isabel se apareció allá también.  

Me asombré de que me contara ese hecho. Esa mujer no se le iba a desprender, lo sabía. Los Castellanos deben estar presionan
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