-¡Imposible! ¡Nunca enviaré a mi hijo lejos! -Si no llevas a ese niño autista a un hogar firmo el divorcio. Emilia jamás pensó que su amado esposo Daniel y padre de su hijo se convertiría en un monstruo de la noche a la mañana. Adrian Sinclair, el hijo menor de una prestigiosa familia, sale todas las noches de fiesta sin ninguna preocupación más que gastar el dinero heredado. Hasta que una tragedia familiar llega a su vida. Su hermano y cuñada fallecieron repentinamente, dejando solo una hija con TEPT. -Debe cuidar a su sobrina. Si rechaza el testamento, perderá todos sus bienes y todo lo que posee actualmente. Dos hijos especiales, una niñera especial. Los caminos de Emilia y Adrian se cruzarán de una manera inesperada. ¿Pero podrán dos almas rotas volver a amar?
Leer más-¡Imposible! ¡Nunca enviaré a mi hijo lejos!- Gritó Emilia dentro del cuarto que compartía con su esposo.
-Si no llevas a ese niño a un hogar para discapacitados firmó el divorcio- amenazó el hombre tirándole los papeles a los pies de su esposa, que los agarró desconcertada, sin poder creer que hablara en serio.
-¿Cómo puedes hablar así de tu único hijo?- exclamó dolida, sin poder creer que ese hombre era el mismo con quien se había casado por amor.
-¡Eso ya no es mi hijo! ¡No habla! ¡Ni me mira a los ojos!- gritó con fuerza.
-Baja la voz, Noah nos va a escuchar - suplicó cerrando la puerta.
Daniel, un inversionista que se hizo asquerosamente rico comprando empresas en bancarrota, se rio en la cara de su esposa.
-¡Tú hijo no entiende nada de lo que estamos diciendo! ¿No te das cuenta que ni siquiera responde a su propio nombre?
-¡También es tu hijo!- sollozó la mujer desgarrando su garganta.
El hombre negó con la cabeza, incapaz de aceptar que ese niño, que ahora estaba en su propio cuarto sentado en una esquina sin hablar ni hacer nada, fuera Noah su primogénito y en quien había puesto todas sus esperanzas para continuar con la empresa familiar.
-No lo quiero ver más en esta casa, la decisión ya está tomada- sentenció el hombre, saliendo del cuarto cerrando la puerta en un fuerte estruendo que hizo temblar toda la casa.
Emilia no tardó ni un segundo en salir de la habitación y correr hacia el cuarto de su amado hijo, sabía que ese fuerte ruido asustaría al pequeño, que era hipersensible a los fuertes ruidos.
-Ya mi niño- habló con dulzura mientras se agachaba al lado del pequeño de cabello azabache que había heredado de su madre. Noah estaba en el suelo cerrando los ojos con fuerza y tapándose los oídos, moviéndose de adelante hacia atrás como si estuviera en un trance- Ya pasó cariño, el ruido ya se fue- susurró cargándolo en su regazo y hamacándose hasta que pudiera calmarse.
Emilia cerró los ojos haciendo un ruido con su garganta que le hacía vibrar su pecho, sabía que eso relajaba al niño, había intentado tantas cosas para lograr que dejara de llorar y gritar tantas noches y con un simple ruido de su madre, el niño lograba volver en sí.
Noah no podía estar sin su madre, y la joven lo sabía, jamás permitiría que lo alejaran de ella.
Aún recordaba la angustia y la frustración que había sentido ella y Daniel cuando eran jóvenes.
Lo habían intentado desde su noche de bodas, noche tras noche, respetando el calendario de ovulación de Emilia y nada, no lograban quedar embarazados.
Daniel se había encargado de pagarle a los mejores especialistas en fertilidad, hasta habían llorado por varios abortos que llegaban antes de cumplir el tercer mes, hasta que llegó Noah.
La noticia de que había quedado embarazada nuevamente no había provocado alegría en la pareja, porque el miedo era más fuerte, ambos sabían que no iban a poder seguir intentando para siempre.
Emilia sabía que no podría soportar un aborto más, si este bebé no lo lograba se culparía por siempre por no ser tan fuerte como para dar vida a una criatura.
Pero esta vez fue diferente, la joven Emilia había rezado todas las noches, pidiendo que el niño pasara el tercer mes.
-Por favor Dios, nunca te pido nada, ahora te ruego que me des a este niño que está creciendo en mi vientre, deja que nazca y que llegue a estar en mis brazos, solo eso te pido, prometo amarlo y dar la vida por él si es necesario- había suplicado de rodillas al lado de su cama.
Sus plegarias habían sido escuchadas cuando la azabache tachó en el calendario el cuarto mes y ambos festejaron.
Daniel la abrazó con cuidado, temiendo lastimar al bebé y la había besado con pasión.
-Me haces el hombre más feliz de la tierra- había dicho.
Emilia jamás olvidaría esas palabras, porque también representaban lo que ella sentía, era la mujer más feliz en la tierra.
El parto había sido de riesgo, pero ya estaban preparados para eso y no solo por el historial de abortos de Emilia, sino también porque la joven era muy diminuta, siempre había sido una mujer delgada a punto de ser preocupante y además de ser de baja estatura, siendo que su esposo era un hombre de cuerpo grande, de más de 1.80 de altura y un peso saludable al lado de Emilia, siendo su padre un hombre imponente, el niño sería igual.
Tuvieron que hacerle cesárea, aunque Emilia había llorado suplicando que sea parto natural, pero los médicos se habían negado, alegando que podría morir dando a luz.
Daniel también se había negado rotundamente, diciendo “No podría vivir sin ti”
Emilia asintió, no quería morir, quería vivir para ver crecer a Noah.
Noah nació y el llanto del niño fue el sonido más hermoso que Emilia escuchó nunca.
Desde ese día la vida de ambos se había iluminado.
Los llantos se habían acabado, ahora la casa, que antes solo era un lugar grande y vacío sin el amor, ahora era un hogar, desde el momento en que Noah entró por la puerta de entrada junto a los enamorados.
Desde ahí, la vida de Emilia cambió para siempre.
Se dedicaba el cien por ciento de su día a estar con el niño mientras su esposo estaba fuera de reunión y reunión.
La azabache reconocía que el niño había tardado un poco más en comenzar a decir sus primeras palabras que cualquier otro niño, pero los médicos habían dicho que no se preocupara que era normal en algunos niños.
Lo que sí, era muy inquieto, haciendo que Emilia no tuviera ni un momento de descanso con la hiperactividad de Noah.
Todo iba maravilla, Emilia tenía la vida que tanto había soñado, un esposo que la amaba, que todos los días llegaba con un ramo de rosas y le expresaba todo su amor, no solo con obsequios sino con cariño físico cada vez que el niño descansaba, y además tenía el niño que tanto había soñado y estaba sano. No podía pedir más nada.
Hasta que empezó a crecer y llegó a sus 4 años, destruyendo toda expectativa en la familia.
Noah había retrocedido en su crecimiento, cada vez hablaba menos, las pocas palabras que solía decir de repente desaparecieron, encerrándose en su pequeño mundo. Siempre estaba retraído, concentrado solamente en mover un autito de juguete de un lado al otro.
Emilia sintió que su corazón se partía al medio.
Nuevamente estaban yendo de médico en médico y para desgracia de la joven pareja. Todos decían lo mismo:
-Su hijo es autista.
La noticia le cayó como un baldazo de agua fría a la joven, que al principio tenía miedo, miedo de ella misma y de no ser capaz de ser una buena madre, pero esto la hizo más fuerte, investigó sobre el autismo, se leyó todos los libros, se vio todas las películas y los videos explicativos, tomó notas de todo, estaba decidida a que la vida de su hijo sea lo mejor posible para él.
Se había convertido en una supermamá, y poco a poco, gracias a sus esfuerzos, había logrado que recuperase un poco el habla y volviera a tener ganas de jugar.
Pero desde que diagnosticaron a Noah, Emilia comenzó a notar que la relación con Daniel se iba desgastando más y más, notando que él pasaba cada vez más tiempo en la oficina y muy poco en la casa, casi no se dirigía directamente a su hijo y si tenía que decirle algo, le hablaba directamente a su esposa, como si le temiera.
En un principio Emilia había ignorado por completo a Daniel, concentrada solamente en el niño, y aunque su esposo la reclamara como esposa y amante, la joven solo tenía energía para el niño.
Desde ese momento habían empezado las peleas y los reclamos por parte de Daniel.
¡Emilia simplemente no lo podía aceptar!
Su esposo estaba más preocupado por la atención que ella no le daba, que por tratar de entablar una relación con su primogénito, que cada vez se hacía más y más frágil la relación de padre e hijo.
Hasta que llegó con ese maldito papel de divorcio, amenazando a la azabache con que si no dejaba al niño en un orfanato la dejaría.
-No, ¡no puedo abandonar mi niño!
Emilia miró a Noah que se había quedado dormido en sus brazos y lo colocó en su cama mientras ella preparaba su bolso con algunas cosas del niño y alguna ropa suya que guardaba en el armario de Noah.
Tomó los papeles de divorcio y sin dudarlo un segundo los firmó, dejándolo en la cama de Noah para que Daniel supiera que había tomado una decisión.
Luego salió de la casa, huyendo de esa vida que ya no le pertenecía.
Sabía que a partir de ahora todo sería más difícil, Daniel fue siempre el que trajo el dinero a casa dándole a ambos una vida de lujos y sin preocupaciones, ahora estaba sola contra el mundo.
Pero Emilia no dudaba que el amor por su hijo la hacía una mujer fuerte que lucharía hasta el cansancio para darle una vida mejor.
El tiempo pasó en la familia ensamblada y poco a poco las puntas fueron limadas hasta dejar suaves curvas de lo que fue su pasado tormentoso, ahora todo era paz y esperanza para los Sinclair. Luego de que Daniel se recuperara de la golpiza que le había dado su enemigo, el hombre creyó que volvería a las andadas, él más que nadie sabía que con la suma correcta de dinero podría comprar hasta al propio juez en su juicio. Lo que no esperó es que esta vez Adrian estuviera preparado para darle una dura batalla. Johnson no solo fue denunciado ante la justicia por secuestro e intento de homicidio, sino también por violencia doméstica y adulterio. Siendo como testigos de esto Emilia y para sorpresa de todos, Jennifer, quien no dudó en apoyar a los Sinclair para darle su merecido a su amante. Además, Adrian se había tomado el trabajo de volver a contactar a todos los dueños de las empresas que habían sido estafadas por el hombre, quienes esta vez habían tomado valor para ir al estrado y cont
Pasaron dos meses para ser exactos, para que finalmente Emilia y Adrian pudieran volver poco a poco a su vida antes del caos con nombre Daniel Johnson. Hacía un mes que a las dos hermanas le habían dado el alta de la clínica y cada una se había ido por su lado. Valentina con su padre, siendo cuidada rigurosamente por este, y Emilia con su amado, siendo cuidada constantemente por el joven, quien no le sacó la mirada de encima 24/7. La azabache se sintió mal, sabiendo que su amado había dejado su vida de lado para ocuparse de ella ya que no podía hacer nada por si sola. Ambos sabían que estaba pendiente lo de Emma, no se habían olvidado de ello, pero hasta que no se barrieran las cicatrices de las heridas que había dejado Daniel en todos, no pudieron continuar con aquello, especialmente porque Emilia apenas podía caminar por su cuenta y Adrian no quería alejarse de su lado. Ahora ambos estaban en la puerta de la casa de su padre como habían acordado, que apenas ella se curase, volve
Adrian cerró la puerta detrás de sí y Valentina volvió a mirar a su hermana menor.Con el dolor aún en todas sus extremidades, la pelirroja estiró su brazo hacia la azabache, quedando colgado en medio de las dos camas. Luego tomó con la punta de sus dedos los dedos de la otra joven, que caían colgados al costado de su cama.No pudo estrecharlos por completo, pero el simple tacto cálido de Emilia la hizo relajarse, sabiendo que estaba bien.-Emilia…- dijo por lo bajo.Ella sabía que el nombre de Emilia siempre había sido Valentina y que ella se lo había robado descaradamente, pensando que jamás volverían a verse. Rogó a sus adentros que su hermana la perdonara por ello.La pelirroja sabía que tarde o temprano iba a tener que entregar ese nombre, que desde que lo había utilizado se había convertido en su alter ego malvado, dejando atrás a la Alicia que siempre había sido su lado bueno y también roto.Escuchó un gemido agudo y débil por parte de su hermana y como ésta movía los dedos que
Valentina sintió cómo poco a poco volvía a la conciencia, delante de ella, de sus parpados cerrados, todo era negro y sin color, pero sus oídos podían escuchar a lo lejos el sonido natural de los pitidos de dos máquinas que se hacían cada vez más fuertes en sus tímpanos.Respiró profundamente por la nariz, sintiendo que su cuerpo dolía cada vez que llenaba su pecho de aire, como si algo tironeara su piel en la zona de su abdomen cada vez que subía y bajaba.Percibió un olor a productos de limpieza que entró dolorosamente por sus fosas nasales, dándole ganas de estornudar, aunque se las contuvo, especialmente por lo dolorida que estaba por cada movimiento que daba.Quiso mover su cabeza, aun en la oscuridad, y gimió por lo bajo, sintiendo su boca seca y pastosa.“¿Dónde estoy?” Se preguntó a sus adentros, sin recordar lo último que había pasado. Eran solo flashes en su mente, de un largo camino vacío hacia una luz blanca a la que quiso ir, pero a la que no pudo llegar.Movió los dedos
Adrian, Emilia y el padre de las chicas se encontraban en la sala de espera de la sección de cirugías de emergencias.Antes de llegar allí, la joven había dejado a su pequeño en la guardería, ya que era de día y sus empleadas ya habían abierto el local.La joven que había cuidado a su niño anteriormente, prometió volver a hacerlo, especialmente sabiendo de primera mano la nueva noticia. Que Daniel estaba detenido en la comisaría y que no podría acercarse nunca más a su hijo. La azabache había logrado convencer a regañadientes a su padre que volviera tan solo una hora a la casa, se bañara y se cambiara de ropa. El hombre no podía seguir así, con la sangre de su propia hija seca sobre su ropa. Eso solo lo ponía peor de lo que estaba se encontraba en ese momento.No se había sentado en ningún momento, parado en una esquina, silencioso, mirando fijamente un punto a lo lejos, aguardando que los médicos volvieran con alguna noticia positiva de Valentina.La azabache miró de reojo a su pad
-Señor, por favor, suelte a la mujer para que podamos hacer nuestro trabajo.Emilia escuchó la voz de uno de los paramédicos provenientes desde dentro de la casa y se apresuró a ingresar seguido de Adrian. Se frenó de golpe a mitad de camino y se giró hacia él.-Ve con Noah, está en la otra habitación.- le ordenó.-Pero…- protestó el joven, que no quería estar alejado de su amada.-Está bien amor, quiero estar con mi padre- exclamó mirándolo con determinación a los ojos.El ex CEO confió en ella y corrió hacia el lado contrario de su amada. Emilia entró a la cocina y la escena que tenía delante le hizo aflojar las rodillas.Dos médicos parecían querer negociar con su padre para que soltara el cuerpo inerte de su hermana que yacía encima de él, pero con las extremidades sueltas y flojas hacia los costados de su cuerpo y la cabeza caída hacia uno de sus hombros, con su cabello rojo casi cubriendo todo su rostro inconsciente.El manchón con el que la había dejado la última vez que la v
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