Kisa sintió una oleada de emociones apoderarse de su cuerpo. Quería abrazar a Royal, besarlo, llorar contra su pecho, hablarle y que él le hablara, además de gritar de felicidad. Sin embargo, se contuvo. Sabía que lo primero que debía hacer era llamar al médico.
Sus latidos retumbana en su tórax mientras buscaba su celular con sus manos que no dejaban de vibrar. Luego, llamó a Gabriel, el médico personal de Royal, quien se había quedado en el hospital monitoreándolo junto con un equipo de especialistas.
Pocos minutos después, Gabriel llegó a la habitación. Se acercó a Royal con expresión seria, pero sus ojos reflejaban un atisbo de alivio.
—Royal, ¿puedes verme? —preguntó mientras iluminaba sus pupilas con una pequeña linterna.
Royal parpadeó varias veces y movió ligeramente los ojos. Su mirada estaba nublada, como si estuviera tratando de procesar lo que veía.
—Sus pupilas responden bien —expuso Gabriel, revisándolo con atención. Luego se giró hacia Kisa—. Él está consciente.
Kisa si