A MERCED DEL DINERO. C236: Olor a grasa.
Aquel ultimátum de Marfil dejó a Richard completamente descolocado. Durante un buen tiempo había querido convencerse de que ella lo amaba, de que seguía sintiendo por él lo mismo que antes. Quería creerlo con una fe casi ciega, incluso después de que todo comenzó a deteriorarse, incluso después del primer gran estallido cuando le confesó que su padre había bloqueado sus cuentas bancarias. Aunque en ese momento Richard dudó de sus sentimientos, aún así prefirió sostenerse en la ilusión de que el amor de Marfil por él seguía intacto, enterrado bajo la rabia y la frustración.
Pero lo cierto era que su actitud se había vuelto completamente distante. Hacía meses que no se acercaban con cariño y ni siquiera habían tenido intimidad. Para Richard, eso decía mucho. Ya no sabía si lo que tenían era realmente un matrimonio o solo una convivencia agónica bajo el mismo techo. Lo pensó una y otra vez, y al final decidió intentar complacerla, creyendo que, si accedía a sus exigencias, quizás ella ca