Mariela suspiró, llevándose una mano a la cabeza mientras un dolor punzante empezaba a martillarle las sienes. La migraña se hacía cada vez más insoportable, como si la discusión reciente hubiera desgarrado los últimos hilos de paciencia que aún le quedaban.—¿Sabes qué? Olvidemos esto. Hice mal en hablar contigo de esta forma y en el estado en el que estás. Lo que importa ahora es que tú te recuperes. No estoy de acuerdo con que no presentes cargos contra la persona que te hizo esto. Pero lo voy a respetar, porque quiero demostrarte que te considero un adulto funcional y razonable. Tendrás tus razones para no hacerlo, así que lo voy a respetar. Sin embargo, con respecto a esa chica, ya lo hablaremos más adelante. Pero prueba lo que te he dicho. Diviértete con ella tanto como quieras. Vas a ver que en un momento dado se te va a pasar esa ilusión que tienes, y tú mismo la vas a dejar sin que yo tenga que influir en tu decisión. Pero hasta el momento no quiero escuchar nada de boda, ¿me
Mariela entrecerró los párpados, como si tuviera ante sí a una criatura que no comprendía su lugar en el mundo. La rabia no le nublaba el juicio, al contrario, la volvía más punzante. Su voz emergió con una dignidad herida, áspera, envuelta en una serenidad venenosa que solo las mujeres de su clase podían desplegar sin perder una sola gota de elegancia.—Qué insolente eres —afirmó—. Soy la madre de Richard, y aún así eres capaz de pasar por encima de mí, de su familia, de todo lo que representa su apellido, con tal de lograr tu cometido, ¿no es así?Marfil parpadeó, sorprendida por la acusación tan directa. Pero no dio un paso atrás. No encogió la mirada, ni buscó la piedad de su interlocutora.—No entiendo a qué se refiere, señora. ¿Cuál dice usted que es mi cometido? —cuestionó, sin levantar la voz y cuidando de no transmitir demasiada hostilidad—. Como ya le dije, yo tengo sentimientos por su hijo. Sinceros. Reales. Y deseo estar a su lado mientras él quiera tenerme ahí. Pero si un
Marfil se irguió, no para desafiar, sino para dejar claro que no se arrodillaría ante nadie.—Royal eligió. Eligió a mi hermana, sabiendo exactamente quién era. Y al hacerlo, también se dio cuenta de que vale más que muchas mujeres que usted considera "a la altura" solo por llevar un apellido o nacer en una cuna dorada. La señora Regina, con el tiempo, también lo entendió. Porque cuando se ama de verdad, uno aprende a ver lo esencial. Y si usted realmente quisiera que su hijo fuera feliz, lo apoyaría para que estuviera con la mujer que ama.Mariela la miró como si cada palabra le hubiera rozado la piel sin herirla, como si nada pudiera penetrar esa capa gruesa de orgullo que la envolvía desde siempre. Esperó pacientemente a que terminara, sin interrumpirla, pero con cada segundo, sus ojos se llenaban de aversión.—Es precisamente por la felicidad de mi hijo que no quiero que alguien como tú se le acerque —aseveró—. Eres una atrevida. Solo con escucharte hablar puedo darme cuenta de la
—Le dije a mi madre que haría lo que fuera por ti —agregó Richard—. Le dejé en claro que quiero estar contigo, que deseo casarme contigo. No es una idea pasajera ni un impulso del momento. Lo he pensado, lo he sentido, y lo tengo decidido. Quiero hacerte mi esposa y se lo dije a mi madre. Y es por eso que estoy dispuesto incluso a renunciar a toda mi herencia con tal de tenerte. Si mi madre decide desheredarme por no obedecerla, por no seguir sus planes, por negarme a casarme con quien ella quiere… entonces que lo haga. Si ese es el precio que debo pagar para estar contigo, lo pagaré. Porque no pienso renunciar a ti.Marfil no pudo ocultar el espanto que se apoderó de ella al escuchar esas palabras. Fue como si el tiempo se detuviera un segundo, como si el oxígeno mismo se hubiese vuelto demasiado espeso para respirarlo. Sus ojos se abrieron de par en par, con una expresión de absoluto desconcierto, y la boca se le entreabrió sin poder articular respuesta al instante. Lo miró como si
—Claro que es importante, Richard —replicó Marfil con seguridad, dando un paso hacia él—. Entiéndelo. Mira, yo sé que tú me quieres, y yo... siento lo mismo por ti. Pero no puedes actuar así, por impulso, con la cabeza caliente. No tomes decisiones tan apresuradas, tan definitivas. Vamos a encontrar la manera de que tu madre me acepte. Yo voy a esforzarme, voy a ganarme su cariño, su respeto, lo que sea necesario, pero no puedes quedarte sin nada. No puedes tirar todo por la borda por algo que aún puede resolverse. No tomes decisiones drásticas, por favor.Richard la miraba con el ceño fruncido, como si todo lo que ella decía se le clavara en el pecho. Pero Marfil no se detenía. Su voz empezaba a quebrarse, no por emoción sino por el peso de su miedo, por la angustia que le provocaba imaginar un futuro donde él ya no tuviera nada que ofrecerle.—Tú no sabes lo que es la pobreza, Richard. No tienes ni idea. Yo lo viví. Lo conozco, lo llevo marcado en la piel. Y es terrible. Es un monst
Lucas desvió la vista con rapidez, como si al mirar directamente a los ojos de su padre pudiera revelar algo que no estaba listo para confesar.—Bueno… eso es asunto de Richard, papá.Su padre lo observó en silencio unos segundos, con esa mirada que solo un padre puede tener cuando empieza a atar cabos, cuando nota que su hijo quiere cerrar la puerta justo antes de que la conversación tome rumbo hacia la verdad.—¿Pasó algo con Richard? —preguntó con suavidad, pero con la firmeza de quien no se deja engañar por medias respuestas.Lucas frunció el ceño, como si intentara hacerse el confundido, pero su expresión lo delataba.—¿Por qué preguntas eso?—Porque ya no se hablan —respondió su padre—. He notado que están distantes. Tú apenas lo mencionas. No sé qué ocurrió, pero algo cambió. Yo esperaba que tú fueras quien hablara con él. Pensé que podrías averiguar lo que pasó, tal vez él te confiaría quién lo golpeó. Pero ahora noto que ha sucedido algo entre ustedes. Lucas se encogió de ho
El aire de la mañana tenía esa tibieza perezosa que solo se percibe en los días de rutina, cuando todo parece moverse en piloto automático, menos el corazón que guarda una inquietud. Lucas llegó al campus con paso sereno, aunque su mente ya iba a mil, anticipando la prueba que más tarde marcaría un punto de inflexión en su vida.Apenas había cruzado la reja principal cuando sintió unas manos cálidas cubrirle los ojos por detrás. No se asustó, sino que tomó con suavidad aquellas manos y las descendió con una sonrisa, girando el cuerpo con un movimiento lento pero seguro. Frente a él estaba Marissa, con esa expresión traviesa en los labios, ese brillo pícaro que parecía inalterable cuando lo miraba.Sin decir palabra, Lucas la saludó con un beso lleno de ternura, directo a los labios.—¿Cómo amaneciste? —le preguntó él.—Extrañándote —respondió Marissa, dejándose caer suavemente contra su pecho, rodeándolo con los brazos con una naturalidad que ya le pertenecía, como si supiera que ese
Era un día soleado cuando Kisa caminaba por la calle en dirección a la parada de autobús, intentando calmar los nervios que le retumbaban en el pecho. Llevaba puesta una falda elegante y una camisa blanca de vestir, buscando proyectar un aire profesional pero cómodo. En sus manos llevaba una carpeta, con todos sus documentos importantes apretados con fuerza contra su pecho. Cada tanto, sus dedos tamborileaban sobre la cubierta, como si la presión de sostenerla la ayudara a mantenerse enfocada."Mi nombre es Kisa Maidana, tengo 23 años…" murmuraba en voz baja, repasando en su cabeza cómo iba a presentarse. Se repetía una y otra vez sus respuestas, practicando cómo sonaría todo: desde la presentación hasta la explicación de sus habilidades y de por qué creía que podía aportar algo a esa empresa tan distinguida.No se había hecho muchas ilusiones cuando envió su solicitud en el área de "gestión de llamadas" en la prestigiosa empresa automotriz "Fankhauser Aether Motors". Honestamente, pe