A MERCED DEL DINERO. C154: ¿Pero qué ridiculez es esa?
Pero su madre, la señora de nombre Mariela Morgan, no aceptó aquella respuesta tan fácilmente.
—¿Cómo puedes decir que no fue nada grave? —rezongó—. Mira nada más cómo te dejaron.
La pregunta cayó como una piedra en el silencio. Marfil contuvo el aliento, ella sabía la verdad y Richard también. Y ambos sabían lo que esa verdad implicaba. Porque si Richard decía el nombre de Lucas, si revelaba que había sido su mejor amigo quien lo había dejado en ese estado lamentable, no habría vuelta atrás. Su madre, su padre, moverían cielo y tierra para destruirlo. La familia de Richard no perdonaba. No toleraban agravios. Y Lucas, que provenía de un entorno más modesto, no tenía forma de protegerse de la avalancha que vendría sobre él.
El padre de Lucas perdería su trabajo, aunque nada de esto hubiese sido su culpa. El propio Lucas sería expulsado de la universidad sin compasión, manchando su nombre, arruinando su futuro. Y todo porque una familia poderosa, herida en su orgullo, no tendría pieda