¿Por qué un arma y una foto están resguardadas de tal forma en un hogar lleno de extravagancias como éste? Esa es una pregunta que tengo que dejar para después porque he sido atrapada con las manos en la masa. Damián está allí en la puerta expectante de una respuesta.
Finjo que estoy más preocupada por el celular al que se le estrelló la pantalla, no la extraña caja fuerte que había encontrado. Me agacho para lamentarme.
—Quería hablar con mi hermana sin que tus empleadas me escucharán — miento.
—De tantos lugares, ¿tenía que ser mi oficina? — cuestiona desconfiado.
—¿No me la pasó metida en tu oficina en la empresa? ¿Qué tiene de anormal que me meta en esta? — miento, aprecio mi pobre celular — Tendré que cambiar de celular, tiene pocos meses… qué desperdicio.
Intento salir de la oficina pasándole por el lado a Damián, pero él me sujeta del brazo. Obliga a que lo vea al rostro.
—¿Puedes llamar a tu hermana para confirmar esa historia? — exige analítico.
Frunzo mi ceño, me tiembla tod