Entrelazo mis dedos con fuerza mientras espero fuera del consultorio en donde está encerrado Dan. Qué haya aceptado venir con un especialista en salud mental, ha sido una de las pocas victorias que he ganado con él, y espero que esto lo llevé por fin a resolver la batalla en su cabeza. Pero no es fácil la espera tampoco, lleva allí adentro casi 4 horas.
Siendo optimistas, el psiquiatra Alexander Thompson, es una eminencia del país, tiene todos los títulos habidos y por haber. Además, para tener una cita con él hay una lista de espera de más de seis meses. Sólo que ser un Goldstein tiene sus ventajas.
La puerta del consultorio se abre, no con Dan/Damián, sino con el doctor. Es un hombre que parece tener la edad de mi abuelo, y de aspecto bondadoso.
—¿Podemos hablar Leonora? — me invita a su consultorio.
—Sí, por supuesto — entro en éste. Dan/Damián tampoco está en este espacio. Luzco desconcertada.
—No te preocupes, está en la habitación del lado. El alter ego ha sido colaborativo dura