Capítulo 2:

—Lo lamento, Alfa Lombardo, pero no tengo nada que celebrar con usted. Con su permiso. — respondió Adara a Dante, cuando esté la tomó abruptamente de la mano.

—¿Quién es el? — cuestionó Dante mirando a aquel joven humano de cabellos negros y ojos grises que lo miró a cambio extrañado.

Adara, con discreción y esperando que nadie hubiese notado aquella conducta tan cuestionable del Alfa Dante, le sonrió y se acercó a él.

—Eso no es de su incumbencia, mi señor Alfa. Me retiro, y le pido sea lo que el señor Alighieri esperaba que fuera, mantenga la compostura propia del heredero y Alfa Lombardo. No debe olvidar que yo solamente soy la hija de los omegas, como bien usted me lo recordó cuando éramos niños, así que no pierda la calma por causa de una mujer insignificante. — respondió Adara sagaz, dejando a Dante con una expresión de enojo marcada en su rostro.

—¿Vas a dejarme aquí viviendo mi luto en soledad?, ¿Cuánto tiempo más vas a estar enojada por eso? Pasó hace tantos años que ya no tiene la mayor importancia. ¿No estás de acuerdo?, además, ¿Realmente crees que me importa que seas una simple Omega? — cuestionó Dante, celoso de mirar como aquel joven tocaba los hombros de la castaña…hombros que él nunca había podido tocar tan libremente.

Adara miró el féretro de su señor y mentor.

—Usted ha dicho que no está triste, por lo que no requiere consuelo alguno. Es inadecuado que le pida a una simple y humilde Omega el brindar por su padre con usted, Alfa Lombardo, por lo cual, y conociendo bien cuál es mi lugar, me retiro, usted debe de brindar con las personas adecuadas, con su permiso. — respondió la castaña.

Las personas humanas y los lobos alrededor comenzaban a murmurar por lo bajo, resaltando la insolencia de la hija de los omegas rezagados. Molesta de ser señalada, la castaña mantuvo su compostura y recato. Ciertamente, aun y cuando Dante era tan solo un lobo caprichoso, su padre era la única familia que le quedaba en el mundo, y ahora estaba completamente solo. Sintiendo un genuino pesar debido a ello, la castaña se acercó al Alfa y lo envolvió en un cálido y sincero abrazo, en nombre de la amistad que alguna vez habían compartido.

—Realmente lamento su perdida, mi señor, y de todo corazón deseo que pueda salir adelante pronto. — dijo Adara quien caminó a la salida, sin dignarse a mirar a nadie más que a aquel caprichoso hombre.

Adara no había olvidado aquella humillación que le hizo pasar de niños, meditó el Alfa Dante, pero aun así había hecho sus sentimientos hacia el de lado para darle ese abrazo sincero. Mirando a todos los presentes, se sintió rodeado de máscaras, y dando una mirada fulminante a aquel joven humano con olor a cazador que abrazó por el hombro a la Ángelus, Dante apretó los puños. Sea lo que fuera de la castaña ese hombre humano, no le permitiría arrebatarle lo único que siempre había querido para sí mismo, y se negó a pensar en nada más que eso.

Fuera de mansión Lombardo, Adara suspiró. Su reencuentro con Dante había sido sofocante, tal y como había esperado que fuera.

—¿Quién era ese hombre? — cuestionó Vincent con curiosidad.

—Él es Dante Lombardo, el nuevo dueño de estas tierras y de la mitad de Italia…y mi viejo enemigo de la infancia. Vámonos de aquí, vendremos por mis padres más tarde para hablar con ellos de lo que querían hablar. — respondió Adara.

Mirando por la ventana a Adara marcharse junto a ese hombre en un viejo auto, Dante sonrió. En esta ocasión no la iba a dejar salirse con la suya, y la tendría para sí mismo a cualquier precio.

—Quiero que investigues a Adara Ángelus, quiero saber todo lo que ha hecho en estos siete años. — ordenó el Alfa a uno de sus hombres.

Acercándose al féretro de su padre, miró el rostro de este. Todo lo que a los Lombardo les pertenecía, ahora era completamente suyo…y estaba dispuesto a usar su poder para conseguir exactamente lo que quería…y eso incluía a Adara Ángelus.

Una mujer de cabellos rubios observó con seriedad al nuevo heredero y Alfa de la poderosa manada italiana, los rumores eran verdad…Dante Lombardo, parecía ser un hombre bastante caprichoso, y con cosas de baja clase. Eso no era conveniente, meditó, y saliendo de aquel lugar, decidió volver a su hogar. Aun no era momento para enfrentar al hombre que debiera haber sido su Alfa destinado…si no le hubiesen avisado esa misma mañana que él la había rechazado.

Todas las personas se acercaban a Dante para adularlo y darle el pésame, pero el hombre de cabellos negros sabía bien que todo aquello no era nada más que una mentira; rostros disfrazados de una falsa pena, y cada uno de ellos esperando a morder un trozo del enorme hueso que su padre había dejado en sus manos. Molesto, el Alfa se retiró a sus habitaciones, no soportando la hipocresía que respiraba en aquel lugar. Tan solo Adara Ángelus era honesta, y sin importar lo mucho que ella lo despreciara, su pésame había sido el único sincero.

Bebiendo un poco de aquel Champagne, los padres de Adara habían observado con suma atención toda aquella escena, y mirándose el uno al otro, no se dijeron nada. El Alfa Dante Lombardo había tenido aquella obsesión por su única y milagrosa hija desde que eran tan solo unos niños; habían llevado una buena amistad hasta aquel incidente que lo arruinó todo.

—Tenemos que decirle a Adara aquello…es la única manera en que lograremos salir adelante…pero tal vez, antes deberíamos hablar primero con el joven señor Lombardo. — dijo la madre de Adara.

—No desesperes Alana. Adara nos lo debe todo, y hablaremos con el Alfa Lombardo cuando llegue el momento. Esta noche se lo diremos todo a ella, y luego de ello, personalmente hablare con el joven amo. No perderemos nada y ganaremos mucho, puedo asegurarlo. — respondió el viejo hombre.

—Eso espero Armand…eso espero. — respondió Alana.

Cuando la noche había caído, en la televisión se anunciaba la muerte y los conmovedores funerales del ilustre señor Alighieri Lombardo. Los ojos de toda Italia, se habían centrado en su joven heredero, Dante Lombardo, quien ahora tomaría el liderazgo de su familia. Sus parientes de otras ramas, miraban con odio y desdén como aquel hombre lo tomaba todo, y la ciudad de Palermo completa, parecía haberse quedado en silencio.

En aquella vieja casa, Adara, miraba a sus padres quienes a su vez le devolvían la mirada con seriedad. El momento se sentía tenso, y la hermosa castaña no sabía que era aquello tan importante que sus padres tenían para decirle.

—¿Qué es lo ocurre papá? — cuestionaba Adara con un deje de desespero.

Ambos padres se miraron, y tomándose de las manos, miraron a su única hija.

—Tu madre tiene esa extraña enfermedad que ataca a los de nuestra especie…y no tenemos dinero ni el apoyo de la manada para costear el desenlace...o la posibilidad de un cambio de aires que pudiese ayudarle. Las condiciones de nuestro exilio a las afueras de las tierras de la manada, son deplorables y eso ya lo sabes, no es extraño que tu madre se haya terminado por enfermar. Creo siendo nuestra única hija, es tu responsabilidad ayudarnos a resolver esto. — dijo el padre de Adara con seriedad y dando una mirada un tanto despectiva a su única hija.

Adara sintió que su mundo entero se derrumbaba en ese momento, mientras miraba a sus padres abrazándose el uno al otro.

¿Qué iba a hacer ahora?

Se preguntó en silencio.

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