Ian se mantenía preocupado por el paradero de su hermana, necesitaba saberla de vuelta para estar bien y poder continuar con su vida de una forma, relativamente normal. Aun sin tener claro cómo sería su destino, más aún sin tener a sus padres en vida.
«Si tan solo Sarah regresara, podríamos comenzar una vida nueva, buscando a nuestros familiares en algún lugar de la ciudad, sé que mis tíos podrán ayudarnos al menos, hasta que yo cumpla la mayoría de edad y pueda ocuparme de lleno de mi hermana, cumpliendo la promesa, que le hice a mi madre», pensaba el muchacho mirando al horizonte.
De pronto un tumulto de recuerdos de aquel momento en el que llegaron a esa aldea, se posó en su mente…
El sonido de los aullidos cesó tan abruptamente en su memoria, tal como había comenzado. Los lobos, antes figuras temibles en la noche, se convirtieron en guías silenciosos. Recordaba un lobo blanco, majestuoso y poderoso, que se movió con una calma imponente. Se inclinó sobre Sarah, su pelaje suave y cá