El silencio del crepúsculo se rompió por el trote de los caballos. Kalen, con su rostro oculto bajo la sombra de su casco, cabalgaba al frente de sus hombres, adentrándose en las profundidades del Bosque de los Lamentos. El aire, denso y frío, parecía susurrar advertencias que solo las criaturas del bosque podían escuchar.
Su destino era el corazón de un antiguo círculo de piedras, un lugar infame donde las brujas hechiceras se reunían para tejer sus oscuros encantamientos con fines sangrientos. Era allí donde, según los espías de Golnet, se encontraba la Luna Destinada, la pequeña Sarah, custodiada por las brujas que la habían mantenido oculta durante tantos días.
Kalen, el supuesto protector de la niña, y fiel amigo del Rey de la manada Luna Plateada, llevaba la armadura de Demetry, pero su corazón latía al compás de la traición de Golnet. Su misión era simple: simular un rescate, tomar a la niña y llevarla directamente al castillo de Golnet. La recompensa prometida era inimaginable