Marcos
Estaba tendido en mi cama, mirando videos en mi teléfono cuando este comenzó a sonar.
La pantalla decía “Gloria jefecita” y mi rostro palideció. A pesar de saber que no había hecho nada malo, estaba nervioso por el encuentro en el parque con Antonia. No quería meterme en problemas, aún así contesté la llamada con la mejor de las actitudes.
—Hola, jefecita ¿Pasa algo? —pregunté. Ella ríe al otro lado de la línea.
—Hola, Marcos. La verdad si pasó algo…
—Oh… —cerré los ojos con fuerza y me llevé una mano al rostro—. Estoy muy avergonzado, por cierto. Mi idea no era incomodar a la abuela de Antonia.
—Tranquilo, chico —soltó ella entre risas—. No es nada malo, al contrario…
—¿No me vas a despedir?
—No, deja de ser estúpido y escucha —reí fuerte y dejé que ella hablara—: Francia es mi amiga desde que íbamos en el colegio, por lo que Antonia es como una nieta para mí. Te quiero dar las gracias por lo que pasó, no sé qué hiciste, aunque creo que la pequeña se siente cómoda a tu lado y