••Narra Kiara••
Ya no me quedaban uñas que morder. A este paso, me comería la cutícula.
Si tan solo tuviera mi celular para llamar a Alexander y saber cómo van las cosas, pero él se lo llevó. ¿Con qué propósito? ¿Para incomunicarme con Marcos? ¿Para rastrear su número? Ni idea, ya que no sabía cómo funcionaba la tecnología, pero en las películas siempre hacen ver cómo pan comido el rastreo.
Los minutos pasaban y nada que entraba Alexander por la puerta. A este paso, la ansiedad acabará conmigo.
—No, no puedo hacer esto —hablé con convicción.
Me puse un abrigo sobre la pijama, cerrando con fuerza el cinturón mientras me colocaba unos zapatos. Era improvisado, no combinaba nada, pero era funcional.
Al abrir la puerta de la habitación, lo primero que encontré fue a Cafecito, sentado, viéndome… Pero sus ojos, parecía reprocharme.
—No me mires así. Estoy preocupada por Alexander —Le hablé al can—. Solo lo buscaré, eso será todo.
El can ladeó la cabeza, como si fuera el ser hu