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Ragolini tardó un par de segundos en reponerse de la afrenta y esbozar una sonrisa de pero-sí-pero-por-supuesto. En esa pausa, Ashley dejó su reposera y se metió al agua con Nahuel.

—Así que, decías —tercié. Tu pelo goteaba sobre mí, y sobre el contrato. Íbamos a necesitar otra copia. Las gotas caían sobre mí como en esos sueños en los que te encontraba en la playa, saliendo del mar con la tabla para saludarme—. ¿La cláusula cinco?”

—Sí, allí tienes el detalle de fechas y lugares. Y en la cláusula ocho tienes cuánto ganarás. —Me guiñó un ojo, mirá qué generoso que soy—. Porque vas a trabajar, de modo que no irás gratis, por supuesto.

—Oh. —Alcé la vista hacia vos, señalando la copia salpicada en tu mano. —¿Me permites?

—Por supuesto, disculpa. —Me devolviste el documento y te volviste hacia Mariano—. ¿Trajiste la copia de su contrato en inglés, como te pedí?

—Sí, aquí tiene —respondió Mariano, sacando otra copia a la velocidad de la luz.

Arr

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