C aguardó a escuchar que Finnegan salía y cerraba la puerta.
—Bien, ¿cómo estás? Estas últimas semanas no hemos oportunidad de tener una conversación como corresponde.
Stu se reclinó en la silla y prendió un cigarrillo sin apuro. Sí, era cierto. Desde aquella tarde en Roma, apenas si habían tenido una conversación como las que solían tener. Todo lo que estaba ocurriendo con la banda de C siempre acababa convirtiéndose en el tema principal, porque ella estaba revolucionada con alguna novedad o por que el propio Stu quería que ella lo mantuviera al día. Y la mayoría de las veces, Finnegan volvía a unírseles.
Stu había decidido que era lo mejor. No estaba seguro de que fuera aconsejable una de esas charlas introspectivas y personales que ellos habían sabido tener. Y cualquier charla anecdótica hab&iacu