—Stu… Stewart, ¿estás ahí?
Él gruñó por respuesta y bajó la tapa de la computadora de un manotazo. Pero eso no la apagó, ni acalló la voz que volvió a buscarlo.
—Vamos, Stewart, háblame por favor. ¿Qué demonios está sucediendo? Estaba durmiendo como una marmota cuando te escuché. ¡Era tu voz, bien clara en mi sueño! Y me llamabas como si estuvieras en problemas. ¡Me despertaste! Pero cuando prendí el teléfono y te encontré conectado, no me respondiste. Estoy confundida, y preocupada, y… No entiendo lo que pasó y no sé si quiero entender, pero… Olvídalo. ¡Vamos, di algo!
Stu se irguió mientras ella hablaba, su mirada turbia clavada en la computadora de su hija, que nunca antes sonara tan ansiosa. Bebió un largo trago de vino y levantó la tap