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Nahuel pasó del baño a su dormitorio mientras Stu meneaba la cabeza con una mueca.

—Y aun así… No puedo permitirme depender de nadie, Ray. No otra vez. Necesito hallar la fortaleza para volver a caminar por mí mismo.

—¿No te das cuenta que ya lo has hecho? Así fue que llegaste hasta aquí, porque no permitiste que nada ni nadie se interpusiera en tu camino, como en los viejos tiempos. Ni siquiera Jen. —Finnegan le obsequió una sonrisa irónica—. Oh, sí, me di cuenta. ¿Qué otra cosa hubiera podido ponerte tan mal nuestro último día en casa?

—Disculpen, ¿les molesta si me hago algo de comer? —preguntó Nahuel—. Estoy hambriento.

Stu y Finnegan le indicaron que no les corría prisa y el guitarrista se anticipó a su amigo.

—A veces es bueno sentir que puedes depender de otro, y jugar a hacerlo. Las cosas se ponen interesantes cuando finalmente enfrentas que no estás con esa persona porque la necesitas, sino porque quieres. Porque entonces

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