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Sábado a la mañana. Ni rastros de la tormenta que el viento se llevó, ni del viento que se llevó a la tormenta. El mar, el cielo, la playa brillaban limpios bajo un sol frío. Me desperté cuando te levantaste, te escuché entrar al baño.

Debería haber estado muerta de hambre, pero de sólo pensar en comer se me cerraba más el estómago, así que me preparé mate. Salí a tomarlo al sillón del deck mientras vos te duchabas. Si la temperatura subía un poco, tal vez fuera posible bajar a la playa al mediodía sin necesidad de abrigarse como para ir al polo.

No habíamos dormido mucho, y seguramente estabas cansado y resacoso como yo después de los últimos dos días. Sin embargo, los dos sabíamos que necesitábamos hablar de lo que pasara la noche anterior. Yo tomaba mate y fumaba, esperando ese momento sin pensar en nada en especial, la vista perdida en el mar. Lo dejaba llenarme de su rumor continuo, porque no me quedaban fuerzas ni ganas de prepararme para nada.

Viniste a s

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