Capítulo 8. Joya en sus manos
NARRADOR:
El calor del cuerpo de Lucifer era una tortura constante. Liana yacía rígidamente en el lado de la cama asignado, sintiendo el vasto colchón hundirse ligeramente bajo el peso del hombre más peligroso de la ciudad. El olor a whisky y la pólvora impregnaban las sábanas de seda negra. Ella intentó controlar su respiración, pero cada exhalación de él la golpeaba con la realidad de su cautiverio.
—"El código no es un mapa. Es una frecuencia" —dijo Lucifer en la oscuridad, su voz grave, sin emoción—"La estatua es la antena. La joya es el descifrador". Ya que no puedes dormir, repite.
Liana apretó los dientes. Él la estaba obligando a confesar, a traicionar el legado de su padre, pieza por pieza, en la intimidad de su cama.
—El código es una frecuencia. La estatua, la antena. La joya, el descifrador —recitó ella, su voz un murmullo helado.
—Y tu padre planeaba usarlo para robarme —Lucifer movió un brazo, y su codo rozó el de ella. Liana se tensó, no había agresividad, solo un