Capítulo 43. Petición de Petrov
Liana fue arrojada a una prisión que era tan diferente del palazzo de Lucifer como el hielo del fuego. La villa de Nikolai Petrov no era oscura ni opulenta; era una obra maestra modernista construida con cristal y acero pulido, encaramada en una cresta montañosa. La suite de invitados era amplia, luminosa, dominada por un muro de cristal que daba a un balcón sobre el abismo del valle. No había cortinas gruesas que la escondieran; se sentía expuesta, como una pieza de arte en exhibición. Era el vacío lo que la consumía.
Una mujer silenciosa le había traído ropa limpia y sobria, café fuerte y, lo que era peor, una bandeja de frutas frescas que se sentía obscena en el contexto de su cautiverio. Liana no era una rehén; era un trofeo y un proyecto.
Se dirigió al baño, y al lavarse las manos, la vista de la sangre seca de Lucifer, mezclada con la tierra y el aceite del camino, le provocó una náusea punzante. La sangre de él. Él estaba herido por ella, por la desesperación que ella había d