—Claro. Nunca han confiado en mí. Seguramente piensan que soy ingrata después de tantos años bajo su techo. Tal vez creen que no acepto haberlo perdido todo dentro de la familia Gibson. Que sigo resentida. Y seguro creen que todo esto ha sido un malentendido, que Marcia está lidiando con sus propias batallas, ¿no?
Sus palabras dejaron a Eva y Efraín paralizados. Eva, todavía de rodillas, la miraba como si no reconociera a su propia hija.
—Rubí… por favor, ya basta…
—No. Escuchen bien. A partir de hoy, entre nosotros no quedará nada. No quiero ninguna parte de las acciones de la familia Gibson. No quiero nada. No perseguiré a Marcia ni la arrastraré más… pero tampoco la voy a ayudar. Están solos en esto.
En cuanto terminó, Rubí giró la cabeza. Ya no pudo sostenerles la mirada. Las lágrimas que había contenido durante tanto tiempo finalmente la vencieron. Le corrieron por el rostro en silencio, implacables.
Marcus, que había presenciado todo desde la sombra de la puerta, frunció el ceño