Las puertas del ascensor se abrieron con un suave sonido metálico. Rubí salió con paso tranquilo, el pequeño de la mano, dirigiéndose hacia la caseta de seguridad. No había intercambiado palabra alguna con él, pero no lo necesitaba. La confianza silenciosa que el niño le había brindado era suficiente.Apenas doblaron el pasillo, escuchó voces apresuradas, pasos acelerados. El caos se desataba a su alrededor.—¡Ahí está! —gritó la asistente de Marcus, visiblemente aliviada—. ¡Señor Maxwell, aquí!Rubí se giró, sorprendida. Y entonces, los volvió a ver.Marcus venía tras la asistente, caminando con paso decidido, el rostro serio… hasta que lo vio.Su sobrino, de pie junto a una completa desconocida, sujetando su avioncito con una mano… y sonriendo.Una sonrisa leve, fugaz, pero real.La asistente intentó acercarse con prisa para tomar al niño, pero Marcus levantó una mano en seco.—No lo toques —ordenó con voz firme, sin apartar los ojos del niño—. Déjalo estar.Rubí miró a ambos hombre
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