Rubí se dio la vuelta rápidamente, alisándose la ropa con torpeza mientras se recogía un mechón de cabello suelto. Luego sonrió y se inclinó hacia Dylan.
—¿Estás despierto? —preguntó con dulzura.
Dylan asintió solemnemente y caminó hacia ella con pasos tambaleantes, los pies descalzos sobre la alfombra. Levantó los brazos en el aire, pidiendo que lo alzara.
Rubí lo tomó con facilidad entre sus brazos. Le dio un toquecito en la nariz y le preguntó:
—¿Tienes hambre?
Dylan volvió a asentir, con la misma seriedad de antes. Se acurrucó contra ella... y luego, como si estuviera planteando la pregunta más importante del mundo, dijo:
—Rubí… ¿papi estaba jugando a los besitos contigo?
—¿¡Eh!? ¡Claro que no! —Rubí se sonrojó de inmediato. Tragó saliva, nerviosa, y se apresuró a responder—. Me… me entró algo en el ojo. Tu papá solo me estaba ayudando a quitarlo.
—¿Oh? ¿Oh…? —Dylan ladeó la cabeza, con una expresión que decía que no estaba muy convencido, pero finalmente asintió.
Marcus, al fondo