—Señor Maxwell, ¿por qué no lo dejamos así? —dijo Melisa rápidamente, intentando sonar conciliadora—. Creo que ella no es una mala persona, y Dylan ya está acostumbrado a quedarse aquí. No entendemos del todo su condición, así que si lo movemos apresuradamente, puede que él mismo se sienta infeliz con eso.
Su tono era aparentemente amable, pero la incomodidad en su voz la delataba.
—En cuanto a lo que le sucedió a Dylan la última vez —añadió con prisa—, realmente no tuve nada que ver. También estaba muy preocupada en ese momento.
Dereck permaneció en silencio, pero su mirada se dirigió a Rubí con cierto asombro.
Rubí sostuvo su mirada y dijo con serenidad:
—Señora Maxwell, no se preocupe. Puedo jurar, por el hijo que llevo en mi vientre, que jamás haré nada que pueda dañar a Dylan.
Melisa soltó una risa sarcástica.
—Ese tipo de juramento no significa nada —replicó con desprecio—. Son solo palabras vacías… a menos que, claro, quieras hacer otro tipo de promesa.
Rubí la miró fijamente,