Mientras tanto, en el piso superior, Marcus acompañó a Rubí hasta la habitación.
Le pidió que se recostara y llamó a una criada para que desempacara las cosas que habían traído del hospital.
Rubí se recostó en la cama, observando con inquietud las luces y sombras que se filtraban por la ventana.
La primavera había llegado, y con ella, una nueva vida dentro de su vientre. Pero, pese a eso, no podía sentirse tranquila. La discusión con Dereck aún resonaba en su mente, y presentía que aquel conflicto apenas comenzaba.
—¿Qué ocurre? —preguntó Marcus con voz suave mientras se sentaba al borde de la cama. Su tono contrastaba con la frialdad y la autoridad que había mostrado momentos antes.
Rubí negó con la cabeza, suspirando con un dejo de impotencia.
—Esposo… me siento incómoda cuando te veo discutir así con el señor Maxwell —admitió con voz baja.
Marcus negó despacio, con una calma protectora.
—No te preocupes por eso. No es asunto tuyo. Mientras yo esté aquí, nadie podrá hacerte daño.
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