Rubí apartó la mirada de la estantería con rapidez y dijo con voz calmada:
—Vamos.
Ambos regresaron a la habitación. Ella fue directamente al baño, se lavó el rostro y se aplicó un poco de loción. Al salir, encontró a Marcus de pie frente al balcón de cristal, con la mirada perdida en el exterior. Su silueta, recortada contra la tenue luz de la ciudad, transmitía una mezcla de serenidad y melancolía.
Rubí dudó un instante, pero finalmente se acercó y, con cierta timidez, murmuró:
—Lo siento… hoy malinterpreté todo.
Marcus giró la cabeza hacia ella. Tras un suspiro profundo, respondió:
—No es tu culpa. Es solo que… nuestra relación parece estar llena de obstáculos.
Ella guardó silencio durante unos segundos antes de preguntar, casi en un susurro:
—¿Crees que… no somos compatibles?
Marcus se quedó inmóvil, como sorprendido por sus palabras. Luego negó con firmeza:
—No vuelvas a decir algo así.
—Está bien… —Rubí esbozó una sonrisa ligera—. Vamos a la cama.
Después de lo ocurrido, tenía c