—¿Por qué te preocupa tanto saber a quién me gusta? —Marcus arqueó una ceja, con un atisbo de burla en la voz—. ¿Acaso… estás celosa? Rubí, ¿te gusto tanto?
La mente de Rubí trabajaba a toda velocidad, imaginando mil cosas. Marcus, sentado al borde de la cama, se quitó los zapatos con calma y se deslizó hacia el centro. El ligero aroma masculino que lo acompañaba la envolvió de inmediato. La luz de la lámpara dibujaba su figura alta y proyectaba una sombra imponente sobre ella. Desde arriba, la miró fijamente.
—No te preocupes por quién pintó ese cuadro —dijo con voz baja—. Ya pedí a mi gente que investigara. Pronto tendremos una respuesta.
—Yo… yo no estaba celosa —balbuceó Rubí, algo nerviosa—. Es solo que… la pintura no parecía falsa y…
—Entonces ven conmigo —la interrumpió Marcus, frunciendo el ceño. Su mirada reflejaba una leve molestia, pero al mismo tiempo ya extendía la mano para sacarla de la cama—. Te mostraré su foto.
Rubí parpadeó, sorprendida.
—¿Su foto?
—Sí —asintió él—.