Cuando terminó, ya pasaban de las once de la noche. Al regresar juntos, justo al llegar a la mansión, vieron al mayordomo y a Amelia esperando en la entrada, ambos mirando hacia afuera con ansiedad.
Rubí y Marcus intercambiaron una mirada sorprendida.
—¿No estaban Dylan y Amelia en la Antigua Residencia? —preguntó Rubí, confundida.
No le gustaba que Dylan fuera allá, sobre todo después de lo que había ocurrido la última vez, cuando se cayó en la montaña. Había intentado investigar, pero no había encontrado pruebas. Aun así, si Dereck Maxwell quería ver a su nieto, ella no podía negarse, y confiaba en que Melisa no se atrevería a permitir que algo le pasara.
Entonces, ¿por qué Dylan estaba en casa?
Al bajar del coche y pedirle al guardaespaldas que aparcara, Rubí se apresuró a preguntar:
—¿Qué pasa? ¿Dónde está Dylan?
Los ojos de Amelia se movieron con nerviosismo, pero no se atrevió a guardar silencio. Con voz cautelosa, respondió:
—Señora, Dylan los está esperando. Dijo que no dormir