Ella, sin embargo, sonrió con modestia.
—Yo no lo entiendo tanto. Solo pensé que la familia Maxwell nunca se aprovecha de todas las ventajas. De ahí se me ocurrió este método.
Marcus se incorporó y comenzó a vestirse. Rubí lo miró, sorprendida.
—¿A dónde vas?
—Al estudio, tengo que hacer una videoconferencia —respondió él con firmeza.
—No hace falta tanta prisa. Incluso si tú no duermes, tus subordinados necesitan descansar —objetó Rubí—. Además, lo mío fue solo una sugerencia; ni siquiera sabemos si es factible.
—Estos asuntos deben resolverse de inmediato. No podemos perder tiempo. Tu solución es buena. La discutiré con mis hombres y la formalizaremos. —Mientras hablaba, se inclinó, le besó la frente y añadió con una sonrisa—: Como era de esperarse de mi mujer. Mañana, lleva a Dylan de compras y gasta todo lo de mi tarjeta. Si no lo haces, no te dejaré volver a casa.
Dicho esto, Marcus salió apresuradamente del dormitorio.
Rubí rió para sí. Marcus siempre lograba elogiarse a sí mism