Luego sonrió y se despidió de la anciana antes de darse la vuelta para marcharse.
Sin embargo, después de dar unos pasos, escuchó el sonido de la puerta abriéndose y la voz de la mujer que la llamaba.
—Espera un momento.
Rubí se giró y vio que la anciana había abierto la puerta de seguridad. Con expresión vacilante, le preguntó:
—¿Trajiste tu tarjeta de identificación?
Rubí se quedó congelada por un instante.
—No traje mi identificación, pero tengo la de estudiante en mi bolso.
Cuando había hecho el trámite de inscripción en la universidad dos días atrás, la guardó en su mochila y no la había sacado desde entonces.
La anciana dudó un poco antes de responder:
—Entonces, ¿puedes mostrármela?
Sintiendo que por fin se abría una esperanza, Rubí sonrió y asintió con rapidez.
—Está bien.
Entró en la casa y le mostró la identificación de estudiante.
Las manos de la anciana temblaban mientras sostenía el documento. Tras mirarlo con detenimiento, comentó:
—Oh… esta universidad es bastante recon