Rubí se quedó en silencio, conmovida. En su oficina, horas antes, la rechazó tajantemente… ¿por qué ahora la ayudaba en secreto?
El Sr. Campbell le dijo a su esposa:
—Prepara dos platos más. Rubí se quedará a cenar.
Al notar la expresión atónita de Rubí, sonrió con picardía.
—¿Te sorprende? Ese muchacho es muy reservado, no sabe expresar lo que siente. Probablemente te preguntas por qué te lo revelo si me pidió que lo mantuviera en secreto, ¿verdad? Pues bien, si no te lo dijera, ¿cómo sabrías lo sincero que es?
Rubí no supo qué responder. ¿Qué quería decir Marcus con todo esto?
—Gracias por decírmelo, Sr. Campbell. Si no me lo hubiera contado, nunca lo sabría —dijo al fin, sinceramente conmovida.
La anciana preguntó con amabilidad:
—Rubí, ¿hay algo que no puedas comer?
Rubí se levantó.
—No, gracias. No me quedaré a cenar. Volveré mañana temprano. Sr. Campbell, por favor, lléveme a ver los archivos entonces.
A pesar de sus intentos por retenerla, Rubí se despidió y salió de la casa de