Rubí y el Sr. Campbell se sobresaltaron. Ella estaba agachada en el estante inferior; al escuchar las palabras de la anciana, se levantó apresuradamente. Pero, tras tanto tiempo en cuclillas, al ponerse de pie su visión se nubló y el mundo giró un instante. Permaneció quieta hasta que el mareo pasó y, luego, caminó rápidamente hacia la anciana.
La mujer sostenía dos carpetas entre las manos.
—Miren, ¿serán estos dos archivos? No estoy segura.
Rubí tomó una de las carpetas con manos temblorosas, mientras el Sr. Campbell cogía la otra. Revisaron con cuidado el catálogo y los nombres.
—Este… es el registro del embarazo de Tara Laurent —dijo Campbell, alzando las cejas.
Rubí, cada vez más nerviosa y emocionada, abrió la suya. Apenas pudo contener las lágrimas cuando exclamó, con voz entrecortada:
—¡Tengo el registro de mi madre adoptiva, Eva… y de otra mujer que dio a luz al mismo tiempo, en la misma sala que ella!
El Sr. Campbell se aproximó para leer junto a ella, mientras la anciana lo