—No le hagas caso, ¿de acuerdo?
Valeria solamente asintió otra vez, incapaz de articular palabra. El hombre la liberó de su agarre. Después, como si nada hubiera pasado, y con ambas manos metidas en los bolsillos de su pantalón a la medida, le dijo con voz baja;
—Y prepárate. Mañana iremos a comprar algunas cosas para los bebés.
—De acuerdo —fue lo único que ella declaró, antes de salir de la oficina sin aviso, con la cabeza gacha.
Cuando estuvo en la cama, sola, se recriminó haber entrado a la oficina y tocar sus cosas. Odiaba que ese hombre le reclamara, o que exagerara tanto, pero más aún que por su entrometida curiosidad terminara recibiendo otro regaño de su parte. Puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos. Luego, suspiró hondo.
—¿Ir de compras?—se preguntó, mirando el techo como si fuera el asunto más trascendental.
No quería ir de compras con Alexander, pero al mismo tiempo sabía que ese momento llegaría. Tenían que comprar cosas para los bebés, todo el ajuar. Se q