El día para viajar a Italia se acercaba rápidamente. Un día antes, Alexander estaba inmerso en su oficina, arreglando los asuntos pendientes para no esclavizarse con el trabajo durante el viaje. Aceleró algunos procesos y estuvo evaluando nuevas propuestas.
Brenda entró, interrumpiendo su concentración.
—Buenos días, señor Alexander. Ya he traído lo que me pidió.
Él, sin siquiera dirigirle la mirada, respondió.
—Déjalo todo sobre el escritorio y puedes salir.
Ella dejó la documentación, pero no se movió de allí. Alexander volteó y la vio parada, expectante.
—¿Qué otra cosa necesitas, Brenda?
Brenda se acercó un poco más, adoptando un aire de profesionalismo.
—Creo que sería adecuado viajar con usted. Después de todo, se trata de trabajo, ¿no es así? Es un viaje de negocios y tengo entendido que para los viajes, el asistente puede acompañar. ¿O me equivoco?
Alexander se llevó una mano a la cabeza, meditando. Ciertamente, él acostumbraba a viajar con sus asistentes.
—Tienes raz