Una vez dentro del auto, Valeria se mantuvo callada en el puesto de copiloto. Su mirada estaba inmersa sobre los dos anillos que reposaban en su palma. Diana se dio cuenta y giró la cabeza hacia ella.
—¿Qué es eso que tienes en la mano, Valeria?—quiso saber.
—Son nuestros anillos, Mamá—explicó ella—. Hoy no te lo había contado, pero nos reunimos en la mañana. Me quité el anillo y se lo dejé en la mesa. Se lo dejé a él. Me comentó la enfermera que Alexander tenía mi anillo en su mano, apretándolo con tanta fuerza.
En ese momento, se rompió otra vez, llorando desconsoladamente. Diana se sintió muy mal por su hija; verla así le rompía el corazón. La abrazó, mientras el auto se ponía en marcha.
***
Por su lado, Leo estaba tratando de comunicarse con Alexander. Veía que su teléfono no era contestado por nadie. En ese momento, comenzó a preocuparse. Como Alexander no tomaba su llamada, decidió llamar a uno de sus padres y fue a su padre, el señor Adam De Luca, a quien decidió contactar.
—Se