Doris, con una enorme sonrisa, sostenía un batido en la mano y se acercó a Valeria para entregárselo. Luego se quedó mirando alrededor, bastante sorprendida.
—¡Son bastantes cosas las que han comprado! —comentó Doris.
Valeria asintió, la felicidad bailando en sus ojos.
—Así es. Alexander quiere asegurarse de que los niños tengan todo listo antes de que nazcan, y obviamente tiene que ser así.
—Estoy de acuerdo con él —afirmó Doris—. Los bebés llegarán en poco tiempo y tendrán una habitación realmente espectacular. Quiero que sepas que me apunto para lo que necesiten. Soy buena armando cosas, aunque estoy segura de que Alexander lo hará muy bien, pero como no se trata de una cuna, sino de varias, seguro necesitarán que les eche una mano.
Valeria asintió con la cabeza, agradecida por el apoyo.
—Gracias.
—Por cierto, ¿dónde ha ido Alexander? —curioseó.
—Creo que le ha surgido una situación, recibió una llamada y salió, pero me prometió que volvería antes de la noche —explicó Valer