Mientras el desastre se desarrollaba en el piso de Alexander, Marina, estaba en su mansión, compartiendo un momento de tranquilidad con su esposo. Se acercó a él con un semblante de serenidad, luego de agobio.

—Cariño, te tengo una buena noticia —le imformó —. Al fin podremos estar tranquilos. Lo del escándalo se ha solucionado. Bueno, digamos que la prensa continuará hablando por un tiempo más sobre el mismo tema, pero afortunadamente esa mujer ya está en la cárcel.

Su marido la miró con los ojos abiertos, la sorpresa dibujada en su rostro.

—¿Estás hablando en serio, mujer? ¿De verdad ya han atrapado a la culpable de toda esa blasfemia contra nosotros?

Marina asintió llena de tranquilidad.

—Así es. Y a partir de ahora, nuestro hijo debe tener más cuidado a la hora de contratar a su secretaria, no vaya a ser que resulte otra mosquita muerta como esa tal Brenda y termine causando un desastre como este. ¡Imagínate! No podríamos volver a pasar otra vez por lo mismo. Ya han sido demasiad