TANYA RHODES
Como la vez anterior, pude abrir los ojos, pero mi cuerpo no quería responder. Incluso respirar dolía, aun así, me esforcé para sentarme en la cama y buscar a Viggo, pero este había desaparecido. ¿Había sido imaginación mía lo que había pasado durante la noche? No, imposible, mi cuerpo no me mentía. Además, el desayuno en la cama con una hermosa rosa también lo confirmaban.
Sonreí como lo haría una mujer profundamente enamorada, tomé la rosa e inhalé su dulce aroma, antes de probar el primer bocado. No podía negarlo, era inmensamente feliz.
Viggo era muy buen cocinero. Si me preguntaban si era cierto que los hombres que saben bailar y cocinar son buenos en la cama, bueno, ahí estaba Viggo como respuesta.
Me di un baño rápido en cuanto terminé de comer y una vez frente al espejo vi los moretones nuevos empalmándose con los viejos. Eran menos, como si mi piel comenzara a volverse resistente a la forma brusca de jugar de Viggo. Me puse un vestido y con algo de maquillaje