TANYA RHODES
—Tengo algo importante que hacer esta noche… —dijo Viggo mientras se acomodaba las mangas de la camisa por debajo del saco. Yo lo veía desde la cama con atención y algo de preocupación cuando escondió una pistola en una sobaquera de cuero debajo de su saco.
—Viggo, ¿por qué no te quedas? Tienes que descansar mucho para que puedas tolerar el vuelo de regreso a casa —supliqué de manera disimulada, sabiendo que lo que haría sería algo ilegal y peligroso. Volteó hacia mí, notando mi preocupación y se acercó, pellizcando mi mentón.
—No puedo dejar las cosas como están. No puedo simplemente retirarme fingiendo educación cuando te faltaron el respeto de esa manera —susurró mientras sus ojos inspeccionaban mi rostro con atención—. Si retrocedo, estaré dejando un único mensaje: qué soy fácil de pisotear. Eso hará que otros quieran intentarlo y en el proceso, pueden intentar lastimarte.
»Sé que… aunque no me has preguntado directamente, sabes que yo no soy una buena persona, que y