NOAH THORNE
Las vi llegar entre risas y jugueteos. Cuando se detuvieron en la entrada. Vanessa me veía con cautela y con un beso en la mejilla despidió a Tanya que corrió hacia mí, pensativa.
—¿Qué ocurre? —pregunté entornando los ojos.
—Nada, todo bien —contestó nerviosa y encogiéndose de hombros.
—Anda, dile a tu amiga que le podemos dar un aventón a su casa —dije resoplando, preparándome mentalmente para soportar a esa mujer odiosa por los siguientes minutos.
—¡Vane! —gritó Tanya sacudiendo la mano en el aire, llamándola, sin perder tiempo, como si temiera que en cualquier momento me retractara—. ¿Quieres que te llevemos a casa?
Vanessa caminó hacia nosotros y noté esa pequeña nota de asco en su rostro cuando me vio, con esa sonrisa rígida y plana, mientras parecía contener el aliento para no vomitar. ¡¿Qué le pasaba a esa loca?! ¡Le iba a dejar que se subiera a mi auto deportivo! ¡Le ahorraría tener que viajar en autobús! ¡Y lo estaba despreciando!
—No, gracias —contestó encog