VANESSA GARDNER
Pasé todo el día viendo tutoriales de maquillaje y el resultado que veía en el espejo fue satisfactorio, por decir lo menos. Opté por algo sencillo, natural, porque no estaba acostumbrada y me sentía como si me hubiera caído el payaso encima si optaba por esos colores más oscuros y marcados.
Alisé el vestido azul que parecía haberle gustado tanto a Noah en la tienda. Se adaptaba a cada curva de mi cuerpo y tenía un elegante escote en forma de corazón, manteniendo mis hombros descubiertos.
No me reconocía en el espejo, era como ver una versión «princesosa» y no sabía si estaba lista para esa doble vida. Matona de noche, dama de día. Resoplé antes de levantar mi atención hacia el reloj, ya era tarde y Noah no regresaba. ¡Si ese idiota se atrevía a dejarme plantada le haría una quemadura india encima de su quemadura por ácido!
Me senté en el borde de la cama y comencé a vagar por internet hasta que un video me congeló. Tres mujeres corriendo en medio de una avenida conc