VANESSA GARDNER
Noah no parecía la clase de hombre que solo necesitaba cinco minutos, y la hora que habíamos llegado con antelación ahora me parecía premeditada. El maldito me había puesto una trampa con el pretexto de que quería que su última ponencia empezara bien. Supongo que ahí estaba el mensaje oculto entre sus palabras.
Me dio la vuelta con facilidad, como si no pesara más que una muñeca de trapo. Sentada sobre el escritorio, se aferró a mi cuerpo, abrazándome con fuerza mientras volvía a penetrarme. Mis piernas se enredaron en su cintura y mis brazos a su cuello, mientras nos fundíamos en un beso desesperado, hambriento, que guardaba nuestros gemidos.
La manera en la que sus dedos se encajaban en mi piel y como me mordía el cuello mientras él se movía con violencia dentro de mí me hizo colapsar entre sus brazos, envuelta en un placer que parecía querer arrancarme el corazón, entre temblores los sentí derramarse dentro de mí.
Nos quedamos aferrados a un abrazo fuerte, con nue