En lugar de su hermana

Capítulo 3 En lugar de su hermana

Ariana sintió el peso de la amenaza de su padre:

Lo odiaba. Lo odiaba tanto, que lo quería golpear No había opción. No había debate. Era un ultimátum.

Ariana cerró los ojos, el dolor físico de la humillación superado por la necesidad imperiosa de salvar a Daniela. El orgullo se rompió en pedazos, dejando solo la furia fría.

—Acepto, voy a intentarlo —susurró, sintiendo el gusto amargo del veneno en su boca.

Eduardo Winter dejó escapar una risa corta, casi de triunfo.

—Sabía que tomarías la decisión correcta, querida. Ahora mismo, te daré los detalles, aunque en realidad no había pensado en ti, esta negociación tiene un giro afortunado para los dos.

Se inclinó hacia ella, su voz bajando a un tono confidencial y conspirador.

—Leónidas Celis tiene mucho dinero. Y he sabido de buena fuente que el viejo Celis le ha ordenado casarse, es decir, buscar una madrastra para los niños. Todos saben que Leónidas siempre complace al viejo Celis. Y para ese viejo una niñera no sirve, quiere alguien estable, Necesita una esposa. Graciela, la hermana de Leónidas, murió hace seis meses en un accidente aéreo junto a su esposo, dejando dos sobrinos pequeños, unos niños difíciles y traumatizados.

El corazón de Ariana dio un vuelco, imaginándose el dolor de esos pobres niños.

— ¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

—Celis, es el magnate del control, odia las complicaciones y detesta a las mujeres que solo buscan su atención, su apellido y su riqueza. Necesita una esposa que sea discreta, que no le exija amor ni atención, y lo más importante: necesita a alguien que pueda lidiar con esos niños traumatizados. Una madre sustituta, una guardiana silenciosa.

Eduardo se sirvió un whisky, observándola por encima del vaso con malicia.

—Y aquí entra tu especialidad, Ariana. ¿No has estudiado alguna tontería sobre niños? ¿Psicopedagogía? Perfecto. Serás la esposa que él necesita, la madrastra experta. Él te acepta a ti, invierte en mí, y yo salvo a tu desventurada madre.

Ariana entendió. Su valor no era su belleza ni su seducción; era su desesperación y su conocimiento profesional. Se convertiría en la esposa de papel de Leónidas Celis, la niñera disfrazada de esposa, todo para salvar a su madre de un destino fatal.

—Quieres que me case con él. ¿Un matrimonio por contrato? ¿Quién te dice que él me aceptara?

—Por supuesto. Yo me encargo de hacer la cita, he venido sondeando el terreno, en un principio pensé en Juliana, ya en varias ocasiones le he hablado de ella, tú también servirás. Tienes que ofrecerte a él, explicarle las ventajas de aceptarte. Y créeme, será sencillo. Todo el mundo sabe el que no soporta a esos niños, quiere sacárselos de encima.

Ariana miró el suelo, sintiendo el peso del trato. Al oír esa información, su expresión se tensó con creciente indignación. Tenía mucha experiencia con hombres que no querían sufrir las molestias de los niños, sin ir más lejos, el hombre que tenía delante.

En este caso, el trato no incluía su cuerpo como temió antes, sino su libertad y su futuro. Pensó que eso no importaba, su madre había sufrido mucho, no se merecía estar postrada de por vida en una cama.

—Bien. Paga la cirugía de mi madre hoy mismo. Y quiero la garantía legal de que la mantendrás asistida de por vida. Y haré lo que me pides

Eduardo sonrió, un tiburón que acababa de alcanzar a su víctima.

— ¿Me crees estúpido? Eso no será tan fácil. No te voy a dar el dinero hasta que no haya algo en concreto. Hablaré con él para que te reciba mañana en su oficina Ariana. Solo tienes que hacer un esfuerzo. Mañana ve a mejorar tu imagen, te trasferiré dinero para eso, nada provocativo, él detesta a las mujeres que lo persiguen, muéstrate femenina, debes mejorar ese aspecto ordinario que tienes, trata de ser sensual, tendrás que usar todos los medios a tu alcance para convencerlo. Ariana lo contemplo con incredulidad.

— ¿Todos los… medios?

—Te repito, haz lo que sea, ofrécete como su esposa, su amante, su sumisa, su niñera o su esclava. Lo que sea.

— ¿Y qué pasará cuando me humille a mí misma y él me rechace?

—Tú misma irás a ver a Celis. Si Leónidas te acepta en lugar de Juliana, si tú puedes persuadirlo de que serías la esposa y la madre perfecta para esos huérfanos, y de que eres lo mejor para él, el dinero es tuyo. Si te rechaza, tu madre vivirá sus últimos años de vida postrada en una cama. ¿Entendiste?

Saray, la mujer actual de Eduardo, entro al despacho, detrás de ella venía Juliana, dos años menor que Ariana. Estuvieron escuchando toda la conversación a través de la puerta entreabierta.

Saray le había advertido a Eduardo desde hace mucho tiempo que dejara de pagar las terapias y la manutención de la maldita de su exmujer sin lograrlo. El muy estúpido todavía tenía algo de conciencia, aunque él decía que no quería quedar ante los demás como despiadados.

Ahora lo que en un principio pensó que era un buen matrimonio para su hija, esa imitación de mujer se lo querían quitar de las manos.

—Eduardo ni se te ocurra darle un solo centavo más de nuestro dinero ¡Jamás lo aprobaré! Y ese matrimonio lo quiero para mi Juliana.

Ariana las contempló con todo el odio de que fue capaz.

— ¡Ya cállate, Saray! —intervino Eduardo. —Inicialmente, pensé de Juliana para hacer el trato, pero de verdad crees que ella reúne las condiciones que busca el viejo Celis. Juliana ha sido una niña mimada, no tiene ese espíritu de sacrificio como Ariana y ella no tiene madera de madrastra a su edad.  Además, ten en cuenta de que él solo quiere una madre para los niños, una mujer que no lo moleste, que pase desapercibida. Ya se casó una vez y solo quiere una niñera. Si Ariana logra casarse con él, lograremos emparentar con los Celis y muchas puertas se abrirán… Juliana conocerá a otros multimillonarios que no tengan ese problema de dos niños a cuestas.

Juliana, hasta entonces conteniendo la furia, estalló. Su rostro, maquillado y perfecto, se contrajo en una mueca de incredulidad.

— ¡Papá, no puedes hacer esto! —gritó, avanzando hacia el escritorio—. ¡Me lo habías prometido! Dijiste que me darías la oportunidad de intentarlo. Él no se casará con ella. ¡Mírala! Es… es una empleada, una limosnera, parece un ratón. Yo soy la candidata que cumple los estándares de la sociedad. ¡Él ya me conoce! He estado tanteando el terreno.

Saray se puso a su lado, apoyándola con una indignación teatral.

—Eduardo, por Dios, ¿vas a entregar el puesto de la futura señora Celis, a esa… cosa? ¡Ella nos perjudicará! ¡Solo mírala! Juliana es elegante, es joven. Esta intrusa solo arruinará nuestra imagen.

Eduardo golpeó la mesa, harto de los gritos y del debate, su propia avaricia por la inversión Celis, nublando cualquier lealtad.

—¡Basta las dos! —Su voz fue un rugido—. Juliana, tienes meses en eso. ¿Y qué has logrado? Nada. Quieres que alguien más se nos adelante. Leónidas ni siquiera te ha llamado para un segundo café. Solo pierdes el tiempo en fiestas aburridas.

Señaló a Ariana, que permanecía erguida, con la mirada ardiendo.

—Ella, al menos, está lo suficientemente desesperada para ser útil. Es un experimento, Saray. Una prueba barata.

Juliana se echó a llorar, sus manos temblando.

— ¿Y si ella fracasa? ¿Si ese magnate la humilla públicamente? Y si perdemos esta oportunidad por su culpa.

Eduardo se reclinó, con una sonrisa fría que no auguraba nada bueno para ninguna de sus hijas.

—Si Ariana no lo logra, si regresa humillada de la oficina de Celis, entonces tendrás tu oportunidad, Juliana. Ella tendrá una oportunidad, está lo suficientemente desesperada para lograrlo, el comodín de última hora. Pero déjame ser claro: si ella triunfa, te callas y felicitas a tu hermana.

Ariana miró a Juliana. Se llenó de nuevos bríos. Por primera vez, sintió que tenía una ventaja sobre esta maldita hija ilegítima que le había robado todo. Enderezo sus hombros, al final no tenía nada que perder y mucho que ganar, al mismo tiempo le daría un gran golpe al ego de esas dos brujas.

Eduardo se dirigió a Ariana, cortando la tensión e ignorando a las dos mujeres que resoplaban llenas de rabia.

—Recuerda, te trasferiré lo suficiente para un cambio de imagen, nada exagerado, pero que te ayude. En cuanto al dinero, para tu madre, solo se hará efectivo cuando el contrato de matrimonio esté acordado.

Ariana recogió su bolso y se dio media vuelta para dirigirse a la puerta.

Juliana miró a Ariana con los ojos llenos de un veneno puro y se acercó a ella sosteniéndola con fuerza de un brazo.

—Vas a arrepentirte de esto, insignificante ratón. Solo estás robando mi lugar. ¿Crees que puedes competir conmigo? Espero que Leónidas te rechace y te saque a patadas como te mereces.

Ariana se detuvo en el umbral, se giró y miró fijamente a Juliana, un desafío silencioso en sus ojos que por primera vez no se mostraron apagados.

—Esperemos, quizás te dé una sorpresa y la humillada serias tú.

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