[FRANCESCO]
El domingo amanece distinto. No más fácil. No más liviano. Distinto de una forma que no sé explicar del todo, pero que siento en el pecho desde que abro los ojos.
Suzuka despierta envuelta en una neblina suave, casi respetuosa, que se eleva del asfalto como si el circuito respirara antes de la batalla. Desde la ventana del motorhome veo el trazado recortarse entre los árboles, silencioso, inmóvil, como un animal que aún no decide si atacar o dejarse domar. En pocas horas, ese silencio será apenas un recuerdo.
Me visto sin hablar demasiado. El traje ignífugo, las capas térmicas, los cierres, los guantes. Los rituales de siempre. Pero por dentro nada es igual.
Hay una calma rara, tensa, que no viene de la confianza absoluta ni del miedo puro. Viene de saber que hoy corro por algo que no cabe en un trofeo.
Cuando salgo al paddock, la encuentro enseguida, como si el mundo entero se ordenara solo para que mis ojos den con ella.
Sofía está de pie junto al box, con la chaqueta de