81. COMPLETAMENTE SOLOS
[SOFÍA]
Al día siguiente: 17 de noviembre
La mañana siguiente despierta con un cielo claro, un azul que parece más intenso después de la locura de Las Vegas. Francesco duerme a mi lado aún, con el cabello despeinado y esa expresión de paz que rara vez veo en él. Me quedo un momento mirándolo, sintiendo cómo mi pecho se llena de algo que nunca había permitido: tranquilidad mezclada con deseo.
Nos levantamos tarde, dejando que el tiempo corra lento. Francesco insiste en desayunar en la terraza del hotel, con la ciudad despertando debajo de nosotros. Los cafés abren sus puertas, el aroma del pan recién horneado se cuela en el aire, y los coches comienzan a rodar sobre el adoquinado. Es un cuadro de película, y nosotros somos los protagonistas, ajenos al mundo que nos persigue.
—¿Sabes? —dice Francesco, mientras me pasa un croissant con cuidado—. Me gusta que por fin tengamos tiempo para nosotros. Sin carreras, sin contratos, sin William mirando por encima del hombro. Solo tú y yo.
Sonrío