7. DISIMULAR
Al día siguiente: 7 de octubre
Londres, Inglaterra
La fábrica huele a metal, caucho y concentración.
Ese olor que conozco mejor que el de mi propio apartamento.
Ese sonido de teclas, compresores, herramientas golpeando contra el suelo de concreto. Aquí no hay flashes, no hay sonrisas falsas, no hay mentiras evidentes. Solo trabajo. Solo el coche. Solo el objetivo.
Estamos a una semana y media de Texas, y todo el equipo técnico ya se está quemando las pestañas ajustando simulaciones, analizando datos, corrigiendo al milímetro la aerodinámica para ese maldito circuito que exige velocidad en recta y precisión quirúrgica en las curvas.
Y ella está aquí. Como siempre.
Con su overol gris abierto hasta los codos, el cabello recogido en un moño alto, los ojos grises clavados en la pantalla como si el mundo no existiera más allá del difusor trasero.
Trato de no mirarla demasiado. O al menos de que no se note.
—Te pasaste con la rigidez en el tren delantero —le digo, señalando la gráfica en la